El ser humano ha sido dotado de algo sagrado llamado Libre Albedrío, que es la capacidad de decidir y actuar por uno mismo. Si bien existen reglas sociales y leyes universales, el ser humano es, en esencia, capaz de hacer lo que quiera, siempre y cuando afronte las consecuencias.
Vivimos en un universo donde nuestras decisiones influyen en nuestra realidad, siempre y cuando la decisión sea firme y se mantenga a lo largo del tiempo.
Analogía:
Imagina que tú eres un barco, el océano es «la vida, el día a día», y las islas son «las situaciones que vas a vivir».
Un barco se traslada a través del océano para llegar a las islas. En esta analogía, es como si tú fueras pasando los días hasta llegar a vivir «una situación».
Volviendo a nuestra analogía, la decisión es el timón de tu barco. Con tus decisiones, tú mueves tu barco a la izquierda o a la derecha.
Una vez que se elige la ruta moviendo el timón, es solo cuestión de tiempo para que el barco llegue a su isla destino, ¿comprendes?
Si durante el trayecto el barco mueve el timón y cambia la dirección, entonces el barco irá a parar a otra isla.
¿Qué sucede si el timón se está moviendo constantemente? Pues que el barco se la pasa todo el tiempo en el océano, sin llegar a ninguna isla.
Así es nuestra vida: si nuestras decisiones son débiles y se modifican frecuentemente, entonces pasamos un día, y otro, y otro, sin hacer nada, desperdiciando energía, pues estamos pasando los días sin dirigirnos a un destino fijo.
Solo cuando mantengamos una decisión firme, con el paso del tiempo llegaremos a nuestro destino, que es adonde está apuntando nuestra decisión.
La decisión es algo importante, necesario, vital. Acostúmbrate a tomar decisiones, ve dejando de lado «el azar», el «lo que sea esta bien», el «hoy no hice nada», y comienza a tomar decisiones.
Empieza con decisiones pequeñas, entrena tu «músculo de la decisión» tomando decisiones que te incomoden un poco:
- Decide hoy limpiar ese clóset, esa habitación.
- Decide hoy hacer esa llamada telefónica pendiente.
- Decide hoy hacer ese pago que estás postergando.
No tomes decisiones drásticas de inicio, no tomes decisiones en plan «Voy a hacer ejercicio y dieta hasta tener cuerpo de modelo», pues algo grande requiere una decisión grande.
Si tienes la decisión «dormida», ve despertándola poco a poco, toma decisiones pequeñas y maravíllate de la sensación placentera que se siente al sostener la decisión hasta las últimas consecuencias.
Recuerda que el libre albedrío tiene como requisito el asumir las consecuencias, así que decide cosas que te lleven a consecuencias placenteras y armoniosas.
Si eliges no decidir, serías como ese barco perdido en el océano, dando vueltas durante un tiempo largo e indefinido.
Sé qué haces caso a lo que vibra en luz, y una parte de ti sabe que esto que lees es positivo. Toma una pequeña decisión al terminar la lectura, realiza ese pequeño pendiente que sabes que tienes que hacer y que «no te cuesta nada».
¡Bendiciones!
Escrito por el equipo de Centro Revoluciónate
Mensaje canalizado del ángel Gabriel a través de técnicas de canalización de mensajes con herramientas y escritura.